Hoy he pasado por la casa que no es nuestra.
El sol acariciaba los tejados rotos
mientras las calles se estrechaban para aliviar el frío sombrío,
latía el silencio entre los ladridos de los perros,
las ruedas del coche rascando los adoquines vetustos
y los gritos de los niños expectantes por el gol.
En ese Madrid esbelto en el horizonte,
sorteando su figura en un mar de nubes que anunciaba tarde de tormenta,
he escuchado voces de otros mundos,
un rezo mantra virginal y el aleteo de ropas en exceso suavizadas.
No parece un día cualquiera de invierno,
ni siquiera, si así fuera, una tarde de Primavera.
Alguna sombra con perro
regresaba de pasear entre los aires gélidos,
impasible ante el aroma a tortilla recién hecha, el pan horneado
y un ligero hilo de brasa de hogar encendida a primera hora por un destemplado.
Siempre olvido lo que me gusta el olor a chimenea
hasta que un barrio me recuerda mis instintos
entonces me descubro dando vueltas sin rumbo
como pocas veces entiende mi razón
[que necio el paso cuando no va a ninguna parte
Que necesario caminar para no hallar nada]
Hoy he pasado por la casa que aún no es nuestra
Me he asomado al ‘puente suicida’
y he gritado
para aliviar el miedo
Dos guiris me han mirado con pena
y una señora con carrito me ha dado un litro de leche
Supe entonces que era la hora del vermú.
@Sara Cucala (Poemas Urbanitas)
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